Madrugadores

Reseña Histórica

Me he enterado con gran alegría de la incorporación de nuevos grupos de Madrugadores a la corriente de vida iniciada, a la sombra del Santuario de Rancagua, por Octavio Galarce el año 1989 y de la que tuve privilegiada oportunidad de ser testigo. Con ocasión de ello he decidido entregarles unas reflexiones desde mi particular punto de vista y quiero compartir con ustedes, para que enriquezcan con su originalidad lo que hemos aportado los más antiguos.

     Quiero partir aclarando que la nuestra es una corriente de vida, por lo tanto completamente fundada en la libre voluntad de cada uno de los participantes. Para nosotros  constituye un auxilio en  nuestra esforzada tarea de santificación. Para un hijo del 31 de Mayo es inconcebible una santificación sin vinculaciones. El santo del tercer milenio es vinculado o arriesga su santidad, e incluso su propia humanidad. Nuestra historia se ha ido tejiendo en torno a vinculaciones a un lugar de gracias y a una hora de gracias, dándose por añadidura una vinculación a una comunidad de gracias, a un ideal, a la oración, a la adoración, a la Eucaristía, al servicio diocesano, en fin a la Iglesia viva del Dios vivo y triunfante.

Razones para una locura

Esta corriente de vida se inició en el año 1989, tiempo previo a la inauguración de nuestro anhelado Santuario de Rancagua, hecho ocurrido el 28 de mayo de 1989.

     La dolorosa herencia de Santa Cruz (Santuario cuya Primera piedra bendijo el Padre Kentenich, el 20 de octubre de 1948) nos hacía especialmente susceptibles a la misión de aportar Capital de Gracias a la mantención espiritual de nuestro Santuario. Luego del extraordinario esfuerzo de la construcción y la bendición temíamos que hubiera una relajación que a la larga se transformara en “dormirse en los laureles”. Por esta razón la Familia constituyó un sistema de turnos en el Santuario, denominado Guardia de la Mater, que aseguraba la presencia permanente de un schoenstattiano en el santuario que iba a permanecer todo el día abierto a la comunidad y ubicado en el centro de la ciudad.

     Para los varones que tenemos trabajos con jornadas largas, se nos hacía especialmente difícil inscribirnos en un horario de Guardia y así resultó que la mayor parte de la Guardia estaba compuesta por mujeres. Buscando un horario en el que hubiera certeza de poder cumplir llegamos a la madrugada del sábado –a las 07.00 hrs.– como la única hora práctica en que no había compromisos laborales ni familiares y así fue que partimos con ese horario.

     Mirado el asunto con ojos providencialistas, tenemos que concluir que esta iniciativa es una nueva delicadeza de la Mater. Con el tiempo se fueron dando las riquezas que ahora compartimos y que iré enumerando sin intención de agotarlas ni darles orden alguno.

            Respecto al Santuario de Santa Cruz el P. Francisco García-Huidobro profundiza acerca de las razones de su abandono y posterior desaparición, en el I. Encuentro de Madrugadores.

Una comunidad de varones

Desde el principio esta iniciativa estuvo abierta a todos los que tenían problemas para vincularse al Santuario en su horario más normal; pero pronto se demostró la ventaja de tener un club de Tobi, reviviendo la idea adolescente de pertenecer a una pandilla, con un líder –Octavio– al que denominamos nuestro “Abad” y al que le prestamos una obediencia con rasgos humorísticos, como por ejemplo que los madrugadores nuevos no le pueden dirigir la palabra directamente hasta que hayan cumplido tres madrugadas; en el intertanto se deben comunicar con él a través de uno de los más viejos.

     Creemos que esta manera de relacionarnos entre nosotros, con un humor un poco bruto y bastante cariñoso, ha permitido el crecimiento de la comunidad de corazones en forma muy estrecha, dándonos una cómoda camaradería que no sería tan plena ante la delicada presencia femenina, porque se dan momentos de intercambio humano que están frecuentemente marcados por las tallas, tan habituales y queridas por todos los chilenos.

La madrugada termina tradicionalmente con un desayuno, que es el momento por excelencia de compartir en comunidad. Esta tradición nos ha dado una merecida fama de comilones y que tiene un interesante antecedente evangélico en la comunidad de los apóstoles, los que fueron acusados de lo mismo por los fariseos. Nosotros nos defendemos diciendo que el Evangelio muestra al Señor rezando con los apóstoles unas pocas veces y comiendo con ellos muchísimas más. Obramos entonces en consecuencia evangélica. 

Por otro lado percibimos la importancia de contar con una educación apropiada a nuestra naturaleza varonil. La inmensa mayoría de nosotros somos padres y debemos también ejercer autoridad paternal en otros ámbitos de nuestra vida. Sin embargo la mayor parte de la educación que recibimos en la Rama Familiar está orientada al diálogo conyugal y a la riqueza del matrimonio. Sin pretender en modo alguno ejercer una crítica a esta orientación pedagógica, nos damos cuenta que ninguno de nosotros llegó con su autoeducación completa al sagrado vínculo y por tanto requerimos un repaso o una nivelación en los aspectos básicos que nos permitan llenar con mayor propiedad los exigentes roles de padre y esposo.

     Desde el comienzo surgió naturalmente el rezo de la oración por vocaciones masculinas del Hacia el Padre y la oración por vocaciones sacerdotales concretas como las del P. Raúl Espina, rancagüino como nosotros, y del P Patricio Ilabaca, curicano-colchagüino.

     En este punto quiero destacar el inmenso regalo que significó descubrir a San José. Como nuestro Santuario no tenía todos sus elementos, nosotros hicimos una campaña de conquista de la imagen de San José que fue una luminosa guía para nuestro caminar. Regalamos su imagen a la Familia, la que fue instalada en el Santuario para la Fiesta de la Anunciación del ‘99.

         La presencia y el ejemplo de San José fue el tema de una charla que nos dio el P. Jaime Salazar durante el I. Encuentro de Madrugadores.

Puertas abiertas a todo varón

La integración de varones que no participan en el Schoenstatt organizado ha sido desde el comienzo un gran regalo, y la indicación de un camino importante a seguir. Es decir, no somos una comunidad excluyente y exclusiva para schoenstattianos. La vida nos mostró que esta disposición y apertura era un signo claro de la Divina Providencia. Se ha dado uno que otro caso en que posteriormente el madrugador se ha integrado en alguna comunidad oficial del Movimiento. También, algunos de nuestros hijos nos han acompañado durante un tiempo importante de sus vidas. Estas y otras razones nos han enseñado y nos han dispuesto a ser lo más abiertos posible a las realidades de nuestros hermanos. ¿Quizás una nueva vía de apertura del Movimiento a quienes todavía no lo conocen?

La riqueza del lugar

Nuestras madrugadas se llevan a cabo en el Santuario (Ermita). Con nuestro Padre fundador rezamos: “En el santuario estamos congregados: allí nuestros corazones arden en amor por la Madre ters veces Admirable…”.

 Valga destacar la función de Guardia que inicialmente era presencial y que ahora nos compromete en la función paternal, a imagen de San José, de mantener y proveer también a la mantención del lugar.

El Santuario es el lugar de encuentro con nuestra Madre y Reina, lo que nos redime de la acusación de machismo. Por otro lado muchas alabanzas litúrgicas a María se refieren a ella como “aurora del sol de Cristo”, en quien ya resplandecen los rasgos de plena redención a la que estamos llamados todos.

Los aportes al Capital de Gracias, enriqueciendo el lugar santo, fue una de las motivaciones primeras en la aventura de madrugar.

La riqueza de la hora

Así como hay lugares de gracias, también descubrimos que hay tiempos de gracias. Algunos ejemplos evidentes son el año litúrgico y las horas del oficio divino. El tener que llegar al Santuario en la madrugada exige un esfuerzo y hace heroica la vinculación al lugar. Así también nos vinculamos a una rica tradición del Schoenstatt chileno inaugurada por Mario Hiriart y el P. Humberto Andwanter en los inicios de Bellavista.

En este tiempo en que todo lo masculino, incluyendo la reciedumbre, se encuentra tan desvalorizado, el sacrificio de levantarse de madrugada, es un estupendo ejercicio de renuncia que permite enfrentar con mayor comodidad y libertad los desafíos que nos exige nuestra vida familiar y laboral.

    Se nos hizo natural el rezo de la oración de prima, sobre todo al principio cuando no teníamos Misa. Providencialmente esa hora hace referencia específica a Nazareth y a la función paternal del varón.

     Ahora si miramos el asunto desde una perspectiva bíblica se abre una veta inagotable de sorprendentes riquezas. Para empezar la hora del despertar por la mañana es el momento privilegiado de las larguezas divinas. Es también el tiempo de la justicia. La aurora y la luz simbolizan la salvación. La noche y la oscuridad simbolizan por el contrario la prueba y el infortunio. La palabra despertar se ha considerado como alusión a la resurrección. Este tema me apasiona hasta tal punto que tengo una pequeña colección de referencias bíblicas y notas que corresponden a la Biblia de Jerusalén, disponibles para quien quiera darse el gusto de compulsarlas desde su nueva perspectiva de madrugadores.

            Una referencia especial como guinda de la torta: en el Acta de Fundación el Padre Fundador pone en boca de María la frase: “…amo a los que me aman, pruébenme primero con hechos…”; esa sentencia “yo amo a los que me aman” la dice la Sabiduría en el libro de los Proverbios (8, 17) y la versión latina es: “ego diligentes me diligo et qui mane vigilant ad me, invenient me”, que se puede traducir como: “yo amo a los que me aman, y me hallarán los que madruguen a buscarme”. Tengan cuidado que hay algunas traducciones pasadas por agua que le quitan la especificidad a la promesa. Espectacular la promesa, encontrar a la Mater y a la sabiduría sólo con madrugar un poco, lo encuentro una ganga. Perdonen que tengamos que recurrir al anticuado latín; pero circulan unas traducciones excesivamente pastorales de la Biblia que la hacen perder algunas de sus riquezas originales. Y dejemos hasta aquí el tema, porque me vuelo y los lateo.

La riqueza de la liturgia

Cuando al comienzo no teníamos sacerdote que nos acompañara, rezábamos el Oficio del día y descubrimos la maravillosa sincronización de la Iglesia Universal para aclamar la gloria de Dios con una sola voz. Sentirse unido en oración a todas las comunidades de toda la tierra que están diciendo lo mismo en distintos idiomas, con distintos acentos, incluso con diferentes usos horarios y un solo corazón es algo maravilloso. Vivir el año litúrgico y los tiempos de gozo, de penitencia, de esperanza, cambian por completo el enfrentamiento de los problemas cotidianos.

     También el tema de la adoración es tocado por el P Jaime Salazar durante el I. Encuentro de Madrugadores.

     

Con la integración del P. Manuel Pérez –sacerdote diocesano, entonces párroco de Santa Gemita– como un integrante más de los Madrugadores, se acentuó la adaptación al año litúrgico y descubrimos la importancia de los revestimientos sacerdotales, apreciamos los arreglos florales y el aseo del Santuario efectuado por señoras y profesionales de nuestra Familia y miles de otros detalles que contribuyen al único fin de todo el Universo, reconocer y proclamar la gloria de Dios. Incluso produce admiración descubrir que dentro de la estructura litúrgica hay libertad para expresar la individualidad de cada comunidad. Está dicho ya que aprendimos a valorar el tiempo como algo que no es homogéneo, que tiene una textura natural y sobrenatural.

     Esta valoración litúrgica ha llevado a algunos de nosotros a comprometerse en el servicio litúrgico como ministros de comunión y en otras actividades en torno al altar, no solo en el Santuario sino que en otras Iglesias de la diócesis.

            Aunque no hemos sido bendecidos con especiales talentos musicales, hay algunas honrosas excepciones que han logrado educarnos como para hacer un papel digno en el canto religioso. Tenemos especial predilección por algunos cantos entre los que destaca El Magnificat, el que ya me atrevo a decir que cantamos bien. Los traspies que se producen durante la celebración son objeto de jolgorio general en el desayuno posterior, especialmente si alguien desafina en un canto o si se inician cantos diferentes en forma simultánea. Algunas de estas situaciones han adquirido caracteres legendarios que no puedo revelar porque pertenecen a la intimidad de la comunidad. Personalmente me declaro vencido por el humor bien intencionado de mis cofrades y ya no llevo la guitarra, solo tengo autorización para cantar durante Cuaresma y otros tiempos penitenciales.

De la simple oración a la riqueza de la eucaristía

Al principio, cuando partimos, hacíamos una oración libre y espontánea. En muchas ocasiones rezábamos el Rosario. Eran oraciones bien pedigüeñas, hoy siguen iguales.

     Al poco andar, y también por una necesidad pastoral del Santuario, algunos de los madrugadores fueron nombrados Ministros Extraordinarios de la Eucaristía, lo que nos permitió dedicar prácticamente toda la hora de la madrugada a la Adoración del Santísimo.

     

Cuando no contamos con la presencia  de un sacerdote se hace una breve oración introductoria y luego se expone el Santísimo, ante el cual tenemos una larga meditación en penumbras, las que van decreciendo a medida que la madrugada se adueña del Santuario. Luego viene la oración comunitaria. Se sigue la regla de pedir primero por la Iglesia y luego por la Patria, después puede venir lo más inesperado. Ante el Santísimo se abre el corazón. Es el momento de pedir por las respectivas familias, por las vocaciones, los trabajos, las actividades de la Rama y la Familia y muchas cosas más. Terminamos con una comunión entregada por alguno de los ministros.

     En las ocasiones en que algún sacerdote celebra la Eucaristía, nos permite comulgar bajo las dos especies y esta modificación formal produce una intimidad que paradojalmente acrecienta el respeto por el Señor sacramentado. Al terminar la comunión se retiran los vasos sagrados y se expone el Santísimo en un largo silencio que permite un diálogo íntimo y personal.

 En las dos modalidades la madrugada está dominada por la Eucaristía.

Vinculación a los sacerdotes diocésanos

La participación de algunos sacerdotes diocesanos –P. Manuel Pérez, P. Pablo donoso– nos ha significado asomarnos a un estilo de vida misterioso hasta entonces para muchos de nosotros. Me causa asombro ver como el sacerdote diocesano se encuentra solitario en su trabajo, la verdadera palabra sería orfandad, y resulta que nosotros tenemos familia, padre, madre, hermanos, hogar, etc. Les agradecemos a ellos que nos hayan aceptado como su comunidad de vida. Yo soy médico y algunas veces he podido servirle en sus dificultades de salud, ocasionalmente les hemos podido colaborar en el aspecto económico; pero una parroquia tiene un universo de problemas y un puñado de soluciones. Aquí se hace carne la sentencia evangélica de que la mies es mucha y los trabajadores pocos. Es inconcebible imaginar una desproporción tan grande entre la tarea y las fuerzas sin la ayuda divina, aunque sea para mantener la salud mental.

     

En este momento en que se ataca al celibato sacerdotal, el laico se da cuenta de la importancia de servir al sacerdote ofreciéndole sanos vínculos de camaradería y compañerismo. Adquiere nueva perspectiva la vocación ordinaria del laico en el matrimonio frente a la vocación extraordinaria del sacerdote célibe. Quizá pensaba en eso el Padre Fundador cuando quería que los schoenstattianos estuviéramos insertos en la parroquia.

La importancia de la vinculación a los sacerdotes diocesanos es el tema de una charla del P. Francisco García Huidobro que tuvimos durante el  I. Encuentro de Madrugadores. Vale la pena conocerla.